Por Luis Manuel Pérez Zambrano

Diacono Permanente

Doctor en Patrimonio, Sociedades y Espacio de Fronteras, UdL-Campus Iberus

 

Después de casi tres semanas y media de trabajos, el Sínodo de los Obispos comenzó ayer el discernimiento del módulo B 3. del Instrumentumlaboris, con la 12ª congregación general de la primera asamblea sinodal. El tema es la participación, responsabilidad y autoridad. En su presentación el Cardenal Jean-Claude Hollerich, relator general, señaló, que pronto estaban al final del trabajo propuesto. Por otro lado, se daba inicio al “tiempo entre las dos sesiones”, en el que se verán los frutos de la asamblea, que se recogerán en el Informe de Síntesis. Este informe servirá para profundizar y acompañar los procesos locales en su discernimiento y proporcionar elementos para el trabajo del próximo año. "Así, de vuelta a casa, seremos llamados a una doble tarea", resaltó.

Esta convocará a las Conferencias Episcopales con sus equipos sinodales para recoger las reacciones en las Iglesias locales y prepararse para la segunda sesión en 2024. Es un camino que requiere planificación y una mayor conciencia de ser el Pueblo de Dios, una Iglesia sinodal que da pasos según lo que pide el Señor para hacer posible una mejor predicación del Evangelio. Esto está relacionado con la pregunta del módulo: ¿Qué procesos, estructuras e instituciones son necesarios en una Iglesia sinodal misionera?

Por otro lado, mencionó que los medios de comunicación, especialmente los más alejados, están atentos a los posibles cambios en un número limitado de temas. Mientras que los colaboradores en los consejos pastorales y las personas que participan en las parroquias quieren saber que cambiará para ellos, y “cómo podrán experimentar concretamente en sus vidas ese discipulado misionero”. Todos están atentos a los cambios que, aunque pequeños son sensibles.

Los cinco temas que comenzaron a estudiarse en los círculos menores. El primero, trata sobre la renovación del servicio de la autoridad, en donde no se pretende cuestionar la autoridad de los ministros y pastores ordenados, sino cómo los bautizados pueden participar y ser corresponsables en la misión de la Iglesia, especialmente en circunstancias donde el clericalismo es muy fuerte que “puede afectar al clero y también a los laicos, cuando afirman que están a cargo para siempre”.

El segundo, se dedica al discernimiento en común por medio de la herramienta de la conversación del Espíritu utilizada en el Sínodo. La finalidad es introducir su dinamismo en los procesos de toma de decisión y aprender a construir consensos que no polaricen, donde el papel de la autoridad no esté aislado de la comunidad. El tercero, recuerda la necesidad de la construcción de estructuras e instituciones que garanticen la persistencia de la participación y el crecimiento vivido ahora en el Sínodo. Es partir desde“las instituciones que ya existen, los consejos pastorales, para comprobar su grado de sinodalidad efectiva” afirmó. El cuarto, “nos hace fijarnos en un tipo particular de estructuras, aquellas en las que se reúnen las agrupaciones de Iglesias locales”, como las de nivel continental, o Asambleas Eclesiales en las que no solo participan los obispos. Se trata de explorar las formas de construir redes entre las diócesis y cómo se configura el ministerio de unidad del Obispo de Roma en una Iglesia sana y descentralizada.

El último tema plantea la relación dinámica que une sinodalidad, colegialidad episcopal y primado petrino. Al igual se quiere que se valore la experiencia de los grupos no obispos elegidos como testigos de la fase de escucha y consulta del Sínodo. Esta profundización se llevará a cabo durante la próxima sesión.

Al final de su intervención, el Cardenal Hollerich agradeció la labor de los teólogos y canonistas, tanto latinos como orientales, que ayudan en la reflexión. Recordó, también “que el objetivo de cada grupo, respecto a la cuestión que aborda, es llegar a expresar convergencias, divergencias, cuestiones a explorar y propuestas concretas para avanzar”.

Luego, el fray Timothy Radcliffe, asesor espiritual del Sínodo, reflexionó sobre la pregunta: “¿Cómo podemos ser signo de paz si estamos divididos entre nosotros?” Desde esta, habloó de la crisis de identidad que experimentaron los primeros cristianos durante el Concilio de Jerusalén, lo que dio espacio para madurar y crecer. Subrayó que la gracia de Dios actúa en nosotros y que, al reunirnos en el nombre de la Trinidad, la Iglesia se renovará, aunque quizás de formas no inmediatamente evidentes. Advirtió que "cualquier oposición entre tradición y progreso es completamente ajena al catolicismo".

Después, el Padre Dario Vitali, coordinador de los Expertos Teológicos del Sínodo, señaló que ya desde Vaticano II, en su Constitución Lumen gentium, se planteó “una fisionomía precisa”, al hablar de Pueblo de Dios, se planteó un cambio de la “pirámide eclesiológica construida a lo largo de los siglos”, porque “el mayor título de pertenencia a la Iglesia no es ser Papa, ni obispo, ni sacerdote, ni consagrado, sino ser hijo de Dios”. Una trasformación en la “relación asimétrica de autoridad-obediencia que estructuraba la Iglesia piramidal”, en donde se invirtió la relación entre los dos sujetos y anteponiendo “sacerdocio común al sacerdocio ministerial”, en su diversidad complementaria.

Igualmente expuso como en la sinodalidad el concepto de communio encuentra todas sus dimensiones: communiotrinitaria, communiofidelium, communioEcclesiarium, communio sanctorum y la communiohierarchica, esta última al servicio de la unidad del Obispo de Roma. El módulo B 3., según Vitali, marcará el camino para la renovación de procesos, estructuras e instituciones en clave sinodal y el desarrollo del marco eclesiológico diseñado por el Concilio Vaticano II. La relación entre “pueblo de Dios, el Colegio de los obispos y el Obispo de Roma, cada uno con su función, establece a la Iglesia sinodal como la Iglesia de la escucha: Pueblo fiel, Colegio Episcopal, Obispo de Roma: unos escuchan a los otros; y todos escuchan al Espíritu Santo”.

Este proceso iniciado por el Obispo de Roma, él lo acompaña y lo concluye. Es una labor “que implica a toda la Iglesia y a todos en la Iglesia”, que comenzó en la Iglesias particulares, donde sus pastores consultaron al Pueblo de Dios, y de esta manera desempeñaron una “tarea necesaria e insustituible”. Lo que evidencia que no existe contradicción entre las dimensiones sinodales y jerárquicas de la Iglesia, son “una garantiza a la otra y viceversa”. De esta manera se hace posible el “sensusfidei”. Vitali concluyó que el verdadero ejercicio de la sinodalidad permitirá pensar en “las necesarias reformas institucionales, en los procesos de toma de decisiones que impliquen a todos, […] hacer crecer un Pueblo de Dios maduro y participativo”.

En una rueda de prensa posterior, el presidente de la Comisión de Información y Prefecto del Dicasterio para la Comunicación, Paolo Rufini, informó que la Secretaría del Sínodo, de acuerdo con el Papa, propuso redactar una carta-mensaje para todo el Pueblo de Dios, la cual fue aprobada por 335 votos a favor y 11 en contra de los 346 participantes con derecho a voto.