La actividad misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia, dijo el papa Francisco a los participantes en la asamblea general de las Obras Misionales Pontificias (POMO) del 5 de junio pasado.

El pontífice reiteró que el anuncio del Evangelio es ''la primera y constante preocupación de la Iglesia, es su compromiso esencial, su mayor reto, y la fuente de su renovación. Sin la inquietud y el ansia de la evangelización no es posible desarrollar una pastoral creíble y eficaz, que una anuncio y promoción humana''.

Los miembros de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y los directores nacionales de las Obras Misionales Pontificias tienen la tarea difícil y privilegiada de abrirse ''a los horizontes amplios y universales de la humanidad, de sus fronteras geográficas y, sobre todo, humanas'', acompañando la vida de las Iglesias jóvenes en todo el mundo y animando al Pueblo de Dios para que viva plenamente la misión universal.

''Conocéis las maravillas que el Espíritu Santo, mediante estas iglesias, a menudo pobres en recursos, obra en la humanidad, incluso a través de las dificultades y persecuciones que sufren por su fidelidad y su testimonio de la Palabra de Dios y la defensa del hombre -constató el papa Francisco-. En estas periferias humanas, la Iglesia está llamada a salir a las calles para ir a encontrar a nuestros hermanos que viven sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida''.

El Papa subrayó que por el carisma que las caracteriza, las Obras Misionales Pontificias son ''sensibles a las necesidades de los territorios de misión y, en particular, a los grupos humanos más pobres. Son instrumentos de comunión entre las iglesias y promueven el intercambio de personas y recursos económicos. Apoyan a los seminaristas, sacerdotes y religiosos de las Iglesias jóvenes en tierras de misión en los Colegios Pontificios. Ante esta tarea bella e importante, la fe y el amor de Cristo nos empujan a todos los lugares para anunciar el Evangelio del amor, de la fraternidad y de la justicia. Y esto se consigue con la plegaria, con la valentía evangélica y el testigo de las bienaventuranzas''.

''Por favor –advirtió–, tened cuidado de no caer en la tentación de convertiros en una ONG, en una oficina de distribución de subsidios ordinarios y extraordinarios. El dinero ayuda, pero también pueden convertirse en la ruina de la misión. Cuando se concede gran importancia al funcionalismo, se le da también mucho valor, casi cómo si fuera la cosa más importante: es una cosa que lleva a la ruina; porque la primera causa de muerte es dar por hechos las "fuentes", es decir, lo que origina la Misión. Por favor, entre tantos planes y programas, no dejéis Jesucristo fuera de la Obra Misional, que es obra suya. Una Iglesia que se reduce a la eficiencia a costa de los aparatos del partido está muerta, a pesar de que las estructuras y los programas para el clero y el laicado "por cuenta propia" duraran siglos''.

''No puede haber una evangelización verdadera –acabó el Pontífice– sin la energía santificadora del Espíritu Santo, el único capaz de renovar, sacudir, dar impulso a la Iglesia en una salida audaz fuera de sí para evangelizar todos los pueblos''.