Antonieta Mateus ha sido nombrada recientemente directora del Colegio Episcopal. Nacida en Juneda de una familia numerosa y cristiana, es doctora en Pedagogía y profesora del Departamento de Didácticas Específicas de la Facultad de Ciencias de la Educación (UDL).

-Antonieta, ¿desde cuándo estás implicada en el mundo educativo?
Desde que empecé como monitora en las Colonias de verano comarcales a los 16 años. Siempre sentí el deseo de trabajar con niños y así se fue dibujando mi camino, junto a otros amigos y amigas cuando fundamos un centro de “esplai”. Después, vino Magisterio y Pedagogía.

¿Cuáles han sido tus maestros?
He aprendido y sigo aprendiendo de mucha gente, empezando por mis padres. De ellos he aprendido la fidelidad, el actuar a conciencia, el compromiso por los demás y, sobre todo, una fe sólida manifestada en la vida. También, de buenos maestros y de buenos compañeros, de quien sigo aprendiendo en el Colegio Episcopal.

-Hace poco, el Sr. Obispo te ha nombrado directora de este Colegio. ¿Cómo vives esa responsabilidad?
Con una gran confianza en sus maestros y profesores, padres y alumnos, monitores, sacerdotes y personal no docente... Hay una gran implicación al servicio de los alumnos. Buscamos la excelencia educativa. No nos faltan las dificultades, pero les hacemos frente en equipo.

¿Cuáles son los retos actuales del Colegio?
Acompañar personalmente cada alumno hacia su desarrollo humano y académico; que las familias puedan optar libremente por el Colegio Episcopal, un centro concertado que permite una formación cristiana integral de los niños y jóvenes y mejorar los resultados, lo que nos hace actualizar las metodologías de trabajo permanentemente.

-Antonieta, últimamente todos cuestionan la escuela: alumnos, profesores, padres, políticos, medios de comunicación... ¿Qué pasa?
La escuela pone de manifiesto todo lo que sucede en la sociedad. Hay conductas "complicadas" porque también se viven en el entorno de los niños y jóvenes. ¡Se le pide mucho a la escuela! De todos modos, siento comentar a más de un compañero que, tras un período de estancia en el Colegio, en muchos jóvenes se ve toda una evolución... Los mismos jóvenes lo explican: han ido descubriendo una actitud, una manera de tratar a los demás…
Creo que la renovación, sobre todo, pasa por formar personas teniendo en cuenta valores fundamentales: el esfuerzo, la perseverancia, el estudio, el trabajo en equipo, la calidad en el trato humano, la creatividad, la innovación.

-Desde tu experiencia en las aulas, ¿cómo ves a los niños y jóvenes de hoy?
Como personas, con su misterio, sus miedos, anhelos, su historia personal y única. Como vidas de las cuales aprender y, como educadora, acompañar en su proceso de desarrollo.

-Como formadora de maestros, ¿cómo ves a las nuevas generaciones?
Tienen nuevos retos delante y, con su bagaje formativo, deben responder a ellos. Cada generación debe hacer frente a la realidad social del momento. Los maestros jóvenes se ven ahora confrontados, sobre todo, ante la crisis económico-social. Ir a lo esencial, potenciar todo lo que pueda ayudar a los niños a ser fuertes, a encontrar soluciones creativas… El Evangelio nos aporta siempre "novedad", respuestas, caminos. Y, por eso, creo importante ofrecer formación cristiana a los maestros, para que ellos lo puedan, también, proponer a los alumnos, tanto de la escuela pública como de la concertada.

-La escuela concertada, ¿qué situación vive en este momento?
Tenemos conciencia de que en un momento fuerte de crisis, -algunos hablan incluso de cambio de civilización-, debemos ofrecer una propuesta educativa que de respuesta a las grandes cuestiones humanas de búsqueda de sentido, y lo hemos hacer con entusiasmo y mediante una formación de calidad. Por otra parte, debido al retraso en el cobro de los conciertos por parte de la Administración y las dificultades que pasan muchas familias, pasamos por una situación difícil. Creemos que la Administración debería ser mucho más cuidadosa cumpliendo sus deberes. No se puede hacer un discurso en el que se reivindique la libertad de los padres para escoger el centro educativo y, después, no poner los medios para ello. Unos retrasos tan grandes en los pagos sitúan los centros al borde del colapso.

-Finalmente, ¿a qué misión -crees- está llamada la escuela cristiana hoy?
Debemos vivir lo que somos, debemos dejarnos interpelar siempre de nuevo por Cristo, asumiendo la tarea evangelizadora que nos corresponde. Ser especialmente sensibles a los que tienen necesidades educativas especiales, por dificultades de aprendizaje, por las heridas de la vida. Significa crear canales de diálogo con los alumnos, con las familias. Presentar propuestas esperanzadoras. Conlleva crear comunidad, sumar esfuerzos. Dibujar líneas de futuro.

-¡Gracias, Antonieta, por tus palabras y tu testimonio!

Carme Parellada