El 2 de enero de 2017 la Comunidad Marista celebrará los 200 años del inicio de los hermanos maristas. En Lleida la Comunidad Marista celebrará este 2 de enero el Amanecer, un acto convocado en los cinco continentes. Será a las ocho de la mañana, cuando sale el Sol, ante la Puerta de los Fillols de la Seu Vella.

El 2 de enero de 1817, un joven sacerdote, Marcelino Champagnat, abrió las puertas de una antigua casa de la Valla, en Francia, para educar a los niños y jóvenes, especialmente los más desatendidos. La historia de los maristas en el Obispado de Lleida se escribe desde hace 122 años. 

Además de la escuela y las tres obras sociales actuales, muchas entidades deportivas, culturales, catequéticas y de ocio, llevan el color marista. Para festejar el bicentenario, la Comisión del Bicentenario Marista en Lleida hace un llamamiento a amigos, antiguos alumnos y personas que se sientan en sintonía con los maristas, a subir a la Seu Vella la mañana del 2 de enero. Será el Amanecer marista, un acto convocado en los cinco continentes. Será a las 8 de la mañana, cuando sale el sol, ante la Puerta de los Fillols.

Por otra parte, el 8 de mayo de 2017, en las Avellanas, tendrá lugar el Encuentro del Bicentenario. Amanecer y Encuentro serán dos momentos para visualizar que al abrigo del Segre, como aquel día junto al río Gier, hay buenos ciudadanos y buenos cristianos, personas sencillas y comprometidas como la Buena Madre. El bicentenario es una ocasión espléndida para celebrar que este sueño se ha ensanchado en el mundo. Hay maristas en unos ochenta países, trabajando en todo tipo de obras educativas, formales y no formales, en las periferias geográficas y existenciales, en barrios de grandes ciudades y pueblos rurales, dentro de las guarderías y también a las universidades, en medio de culturas orientales, musulmanes, o incluso en Alepo, dentro de Siria.

Doscientos años permiten dar gracias a Dios. Gracias por haber suscitado una familia religiosa con rostro mariano que se dedica a hacer conocer a Jesús y hacerlo amar entre los niños. Gracias por las personas que han creído en el proyecto y se han dedicado en cuerpo y alma, 38.000 hermanos, y miles de laicos y laicas, un signo de los tiempos actuales que leemos como una bendición. Gracias porque muchas generaciones han encontrado, durante la infancia, unos valores que les han configurado su vida. También es un momento para pedir perdón por las cosas que no se han hecho bien, cuando no hemos escuchado lo suficiente del Espíritu.

Y a partir de aquí recomenzar, con más fuerza y ​​coherencia que nunca, fieles a la intuición inicial. En unos tiempos que la red y la innovación nos acotan el camino, debemos saber valorar más que nunca la herencia de Marcel·lí: para educar, hay que amar a cada niño, tal como es.

Aquel sueño que reunió los primeros hermanos en la casa de la Valla, hace justo 200 años, es muy vivo.