El delegado de Liturgia y Espiritualidad del Obispado de Lleida, Mn. Gerard Soler, dedica su colaboración semanal a hablar de los Laudes de la mañana y las Vísperas.

Podéis seguir el texto a continuación o en el documento adjunto.

SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE  CRISTO

2. Los Laudes de la mañana y las Vísperas

          "Los Laudes, como oración matutina, y las Vísperas, como oración vespertina, que según la venerable tradición de toda la Iglesia, son el doble quicio sobre el que gira el Oficio cotidiano, se deben considerar y celebrar como las Horas principales (SC 89, 106)" (OGLH 37).

 

          Tertuliano les llama "horas legítimas", como también a la Eucaristía, quiere decir horas establecidas e institucionalizadas en todas las comunidades cristinas. Las restantes horas jamás llegaron a alcanzar esta categoría. Estas dos horas serán la base del "oficio de las Iglesias", Oficio catedral y parroquial, frente al "Oficio de los Monasterios" que comprendía además de los Laudes y Vísperas, varias horas diurnas y al menos tres nocturnas. De ahí la recomendación de la Iglesia:

          "La oración de la comunidad cristiana deberá consistir, ante todo, en los Laudes de la mañana y las Vísperas: foméntese su celebración pública o comunitaria, sobre todo entre aquellos que hacen vida común. Recomiéndese incluso su recitación individual a los fieles que no tienen la posibilidad de tomar parte en la celebración común" (OGLH 40).

a) La luz y las tinieblas

          El día y la noche guardan una relación muy estrecha con la vida humana. El día habla de luz, calor, energía, vida; y la noche, de oscuridad, de muerte, frio. Y en la Biblia encontramos el simbolismo de la luz y las tinieblas que nos transmite un aspecto fundamental de la revelación. En el Génesis se nos cuenta la creación de todas las cosas como la victoria de la luz sobre las tinieblas y el caos (Ge 1,3ss). Y en el Apocalípsis vemos a Dios que es la luz que ilumina la nueva Jerusalén, "de los cielos nuevos y de la tierra nueva" (Ap 21,23). La historia humana, interpretada como historia de la salvación, es una historia de vida y muerte, de luz y tinieblas (Jn 1,5). El momento decisivo de esta lucha es la muerte y resurrección de Jesús, triunfo aparente de las tinieblas, derrotadas para siempre con la luz fulgurante de la Resurrección.

          La "Luz" aparece con mucha frecuencia en el Nuevo Testamento: Dios "es Luz y no hay en El tiniebla alguna" (1 Jn 1,5); el Verbo de Dios "en el que está la vida que es la Luz de los hombres" (Jn 1.4.9), "Luz que vino al mundo" (Jn 1,3.19; 1,9-11), pero los hombres "amaron más las tinieblas que la luz" (Jn 3,19; 1,11). Cristo es "la Luz del mundo" (Jn 8,12; 9,5)) y los que le siguen son hijos de la Luz (Jn 12,36).

Mn. Gerardo Soler

Liturgia viva. Liturgia de las Horas, 7-6-15

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