Para mí, la fe es una manera de vivir, una manera de sentirme acompañado por Alguien, de creer en Alguien. Sin Aquel en quien creo, Dios, que en Jesús he descubierto en el evangelio-su manera de pensar y de

hacer-, no sabría vivir.

La fe es como la respiración. Es una manera de entender la vida en dimensión de encarnación. Porque hay quien dice: vosotros estáis siempre pensando en el otro mundo ... y, bueno, el otro mundo, ya lo veremos, ya nos lo darán ...

De momento, a mí, la fe me sirve para vivir en este mundo, para entender las cosas y saber qué relación tienen con el proyecto de Dios.

La fe, para mí, ciertamente, ha sido siempre un proceso largo, como supongo que para muchas personas, pero he llegado hasta aquí. Vivo acompañado y me ayuda a dar sentido a las cosas, a darles un enfoque.

La fe me lleva a la reflexión, a la oración, que es una manera de alimentarla. ¿Cómo puedo yo, mediante esta persona, esta experiencia, este evento o esta celebración, dar una respuesta a la llamada de Dios?

Porque la fe, también, tiene la dimensión sacramental, litúrgica, comunitaria. La fe cristiana no es sólo una manera de vivir, sin más, es una manera de vivir vinculada a la comunidad de Jesús. Sin esta vinculación, no entendería mi vivencia de fe. Sería algo demasiado intimista, particular ..., y la fe, según Jesús, siempre abre el horizonte, da una visión más amplia de Dios y de la humanidad.