El día 10 de febrero de este año, el Papa Francisco me nombró Misionero de la Misericordia. Y Mons. Rino Fisichella en una carta me dice: “Estoy seguro que sabrás ser un anunciador alegre de la misericordia divina y un fiel dispensador de la misma, sobre todo a la hora de celebrar el Sacramento de la Reconciliación”.

Al ser invitado a San Salvador y San Pedro Sula (Honduras) para dar unos cursos de Liturgia quise que este ministerio tan importante en el Año Jubilar fuese el centro de mis charlas.

El 15 y 16 de octubre di un retiro a los “servidores” de la Renovación Carismática de la Archidiócesis de San Salvador. Eran unos 580 hermanos. En la primera charla les hablé de “La Eucaristía, Don de la Misericordia del Padre”. En la segunda: “Actitud de profunda adoración en la celebración de la Eucaristía”. A continuación: “La celebración de la Eucaristía nos lleva al servicio a los hermanos”. Y finalmente: “El Espíritu Santo en la Eucaristía”.

El Domingo 16 celebré la Eucaristía y después la procesión con el Santísimo, que adoraron con fervor. Entre charla y charla celebré el Sacramento de la Reconciliación durante horas, escuchando y acogiendo a tantos hermanos dándoles el “perdón y la paz por medio de la Iglesia”. Me sentí muy feliz en medio de tantos hermanos.

El lunes 17, viajé a San Pedro Sula (Honduras). En la Parroquia de La Santa Cruz de la Tara, di tres charlas, los días 17,18 y 19 sobre la Eucaristía, don de la Misericordia del Padre, la Liturgia de la Palabra y la liturgia de la Eucaristía.

Regresé a San Salvador el jueves 20. Entre el 21 y el 23 impartí un Curso de Liturgia en la Parroquia Divina Providencia. El mismo curso del año pasado. Lo pueden encontrar en este enlace.

La mañana del lunes 24 la dediqué a visitar la Catedral de San Salvador y la cripta donde está enterrado el Beato Mons. Oscar Romero y la capilla donde le mataron mientras celebraba la Eucaristía. Él que quería tanto a su pueblo será y es intercesor ante la Misericordia del Padre para que cese la violencia y reine la justicia.

Bendigo al Señor que me ha concedido vivir todas estas experiencias y ejercer intensamente el ministerio de Misionero de la Misericordia.

Mn. Gerard Soler